Era un cliente más pidiendo comida para llevar en un local en la Atarazana, Guayaquil. En las afueras, los pillos caminan observando y estudiando el local. Regresan envalentonados, pistola en mano a hacer lo que tantas veces han hecho. Pero no contaban que este valiente policía vestido de civil estaba dentro y mandó a uno a saludar al diablo.
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