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DON SANNITA, EL PATRIARCA DE GUALAQUIZA, MÉNDEZ Y LIMÓN



Juan Sanna Muscas, Salesiano Coadjutor, nació en Paulilátino, Oristano, en la isla italiana de Cerdeña, el 16 de enero de 1891, en el seno de una familia campesina, muy cristiana. Fue el único varón de entre cinco hermanos.

Desde temprana edad aprendió la agricultura al lado de su padre, actividad que le acompañó toda la vida.

Motivado por su vocación religiosa y de servicio a los más necesitados, el joven sardo abandona a sus padres y hermanas, para iniciar una vida de trabajo y oración en el claustro, lejos de su casa.

En 1914, luego de unos años de justificada ausencia retorna a su hogar, encontrando a su progenitor en edad provecta y con la salud quebrantada, viéndose por ello en la necesidad de trabajar arduamente para mantener a sus padres y hermanas. En 1922 fallece su padre. A raíz de este infausto suceso su aspiración religiosa parecía truncarse.


En 1929, parte muy acongojado a Cumiana, localidad turinense, pues abandonaba definitivamente su hogar, dejando allí a su anciana madre y dos hermanas, las otras dos se habían casado ya. Apenas se estrenaba en este nuevo ambiente, se entera del deceso de su señora madre. En Cumiana perfecciona sus conocimientos y prácticas agrícolas durante un año.

En el noviciado de la Villa Moglia, entre 1929 y 1930, perfecciona su vida religiosa y espiritual.

Un encuentro con Mons. Domingo Comín, Vicario Apostólico de Méndez, el mismo que había llegado a la península itálica, para asistir a la beatificación de D. Bosco, puso a prueba su entrega a las misiones, marcando definitivamente el rumbo de su vida.

Una vez concluido el noviciado debía partir a Australia (Oceanía), pero sus superiores decidieron que fuera a Ecuador, al Vicariato de Méndez.

Su primera consagración religiosa tuvo lugar en 1930, ante el Rector Mayor D. Felipe Rinaldi de quien recibió el mandato expreso de: “Id y predicad”. Los tiempos adversos y la vida política convulsa dificultaron el ingreso de religiosos al Ecuador, empero, su condición de profesor de agricultura facilitó el ingreso a las misiones orientales, concretamente a las del Vicariato Apostólico de Méndez confiada a los Salesianos.


Su fructífera labor apostólica la estrenó en Méndez en los años 1930-1934; siguió luego Gualaquiza y Aguacate en 1934- 1943; Sucúa en 1943-1948; Bomboiza en 1950-1953.

En cada uno de los centros impulsó el desarrollo de la agricultura tropical y consolidó la ganadería como fuente de subsistencia para la Misión y base de progreso para la colonización. Fue el pionero en el mejoramiento de razas bovinas y en la introducción de pastos. Cargó sobre sus hombros no solo el forraje inicial de extensos pastizales, sino los tiernos vacunos, a través de gélidos páramos y ponzoñosos barrizales.

El 11 de noviembre de 1975, el Centro Agrícola Cantonal de Macas, con ocasión del Centenario de las Misiones Salesianas, y en reconocimiento a la labor de pionero, le otorgó merecidamente un valioso pergamino recomendando su nombre a las futuras generaciones como ejemplo de dinamismo y sacrificio.

Su último campo de acción fue en la Misión de Limón (General Plaza). Carecemos de constancia documental sobre la fecha de su arribo a esta Misión. En Limón-Indanza se lo recuerda como un gran hortelano, un excelente misionero y un extraordinario ser humano, trilogía que lo supo conjugar en pro del bien común.

Falleció en Méndez el 25 de julio de 1986, a los 95 años de edad, vale decir, en el mismo sitio donde nació a la vida misionera, a la que dedicó 56 años de ardua labor. Su cuerpo fue inhumado en el Campo Santo de General Plaza.


(Las anteriores citas fueron tomadas de “Datos para el necrologio”, escritos por el P. Silverio Equisoain; ídem la imagen).

También dice de él Domingo Barrueco: “El Señor Juan Sanna, era de nacionalidad italiana. Este venerado hermano, tipo de robusto montañés y de correlativa contextura psíquica, consumió su vida en las misiones (…). Una vez, en un acceso de ira mordió en los belfos a un caballo chúcaro. Otra vez, cuentan, se fue al potrero porque sospechaba que una culebra se merendaba la leche de una de las vacas y tenía al ternero en los huesos. Se acercó, contaban en mis primeros años de misionero en Macas, sorprendió a la culebra, la cogió por el cuello, gritando airado y la estranguló con sus propias manos. En otra ocasión, atravesaba el Cutucú, camino de Yaupi, acompañado de tres jóvenes internos. Llevaban un ternero y tres cerdos para comenzar la cría de ganado. En un paso difícil del camino, el ternerito rodó pendiente abajo. Ninguno de los compañeros, quiso bajar a buscarlo. No tuvo más remedio que volver sobre sus pasos, hasta donde estaba el animal. No estaba malherido. Pero tuvo no poco trabajo. Empujándolo unas veces y en otros trechos cargándoselo a la espalda, logró ponerlo de nuevo en el sendero”.


“Tenía sus buenos caprichos y destapes de acaloramiento; pero, para trabajar, sufrir y aguantar, era número uno. Pasó un tiempo, ya anciano, en la Comunidad de Cuenca. Recuerdo sus contorciones y visajes de dolor mientras hacíamos meditación en las frías mañanas de Cuenca Una aguda afección de artrosis le torturaba las piernas. Yo veía tras de él como se cogía con las manos las rodillas mientras su rostro se contraía, tratando de dominar en silencio su dolor…”.

“El Señor Sanna era muy temperamental. Estando en Bomboiza, tuvo un impase con los superiores locales. Acompañado por uno de los jóvenes internos, desapareció de la Misión calladamente y se fue andando, atravesando la Cordillera del Cóndor o bordeando la agreste y peligrosísima orilla del Zamora, hasta Yaupi”.

“Cuentan que, pasando por el Destacamento del Mirador, los militares que no le conocían, creyeron que era sacerdote y le insistieron para que les celebrara la Eucaristía. Viendo su figura patriarcal, su cabeza de cabello despeinado e hirsuto y la abundante y larga barba, me recordaba el Moisés de Miguel, Así le llamaba yo bromeando cuando me encontraba con él”.

(Tomado de Narraciones de la vida Misionera, Volumen 5, Págs. 65 - 67). FB; Tierramazónica

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