■ Organiza la Colonia de Limonenses residentes en New York
Con anterioridad de un mes o quizás más, las familias Limonenses del ayer de los años 60 ó 70 planificaban su concurrencia al famoso Baile de gala del pueblo que ofrecía el cabildo generalmente en los salones de su edificio ubicado frente al parque central o se efectuaba en el casino militar, un amplio salón de madera, que estaba en las calles Quito y Av. Del Ejército, frente a la misión de las madres salesianas, todo bajo estrictas medidas de seguridad y con el respectivo pase de cortesía para autoridades, reservándose los organizadores, el derecho de admisión.
Mientras tanto el municipio enviaba las invitaciones particulares a casi todas las familias del pueblo, Don Toledo, un empleado municipal con el Zhumi y otro trabajador se “repartían” el croquis de la ciudad para entregar las tarjetas elaboradas en la imprenta “Amazonas" de Cuenca.
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Las damas y sus caballeros se hacían confeccionar sus trajes muy elegantes. Ciertos amigos muy excéntricos como el Mono Viche, elegían corbatas llamativas con dibujos y las damas salían a la “sierra” a tomarse las medidas de algún vestido muy elegante visto en el figurín de moda y otras muchachas aprovechaban las hábiles manos de las modistas domésticas, Liduvina Cárdenas o Julita Cando para mandarse ha hacer su traje de luces, exclusivo para este baile “sonado” en toda la provincia.
Posteriormente, años ochenta tal vez, “el baile del doce" se organizaba en el Coliseo, más arriba del “Cungumi", ya sea con la orquesta Falconí Jr. de Guayaquil, los Locos del Ritmo de Cuenca o la Estelar de Azogues, siempre y cuando se haya contratado a estos conjuntos de música, al menos con medio año de anticipación.
Y llegaba el día soñado o mejor la noche de glamour, algunas parejas subían caminado para domesticar los zapatos taco alto, otro matrimonio “jalaba dedo” y el dueño de la toyota stout les “subía a la paila”, algunos pedían “taxi" de Don Boris o Don Luis Guartazaca, en fin, como sea pero estaban antes de las ocho para comprar o ubicarse en la mesa con su respectivo “Johnny Walker" ya reservada con mucha antelación.
La fiesta era hasta el amanecer, sí no se oía los gallos del “loco” López, o del “sapo" Vera, algunos seguían el fandango, hasta cuando las campanas llamaban a misa, continuaba el jolgorio, el mula, los mellis o el Larry ya dormían su tercer sueño y quizás a esa hora, varios beodos y otros “sanos” emprendían el retorno a sus moradas. Nadie les quitaba lo bailado, por más que el padre Párroco, Silverio Equisoaín les jalaba las orejas en la misa dominical.
Esta tradición del baile de gala, se retoma, y sin excesos de alcohol, sin desmanes, sin broncas resultará una fiesta de la familia limonense. Los organizadores, la Colonia de Limonenses en EEUU son gente con experiencia y duchos en la organización de espectáculos masivos. Todo irá de película y en armonía para recordar a nuestros padres o quizás abuelos que realmente concurrían a un baile de gala y etiqueta, propia de caballeros.